domingo, 10 de enero de 2016

EL ESPIRITU DEL VALLE. Revista semestral de poesía y crítica. Editorial. N° 1, Diciembre de 1985 /Director: Gonzalo Millán

Según nuestros antiguos cronistas, en un principio la palabra Chile fue siempre complemento inseparable de otra voz: el valle. El Valle de Chile. La etimología del vocablo nativo, que sólo por extensión se volverá genérico para el país, nos ofrece distintas opciones: Valle del Gran Frío, de los Últimos Confines, de lo más Profundo –todas características adjetivas y extremas de este ámbito sustancial enclavado entre el Desierto, la Gran Cordillera Nevada y la Mar del Sur.

Recuperamos la noción del valle por un imperativo de realismo poético. Espacio de superficie y asentamiento. Zona neutra, perfecta para el desenvolvimiento de la manifestación, es decir, de toda creación y progreso material y espiritual. Porque a causa de su carácter fértil, en oposición al desierto y al océano, así como a las altas montañas, el valle es el símbolo de la vida misma.

Al favorecer el valle para nombrar una revista de poesía, postulamos considerar nuestra tradición, no sólo con los criterios habituales, por la línea de las altas cumbres, el alcance de sus vastedades, por lo insondable de sus simas, sino asimismo por el conjunto de todos los poetas que han aportado y aportarán su cuota de originalidad a la ya definida personalidad común.

Al poner el acento en el valle enfatizamos el carácter colectivo de sus actividades, y dejamos de subrayar en forma preferencial figuras aisladas por resaltantes o excepcionales que sean o hayan sido. La traslación de nuestro accidentado e imponente relieve natural a una hiperbólica geografía poética paralela no acusa más que la ambición compensatoria de una ansiedad provinciana, propugnadora por lo demás de una concepción espontánea del genio, desligado de sus sociedad y de su historia.

EL ESPIRITU DEL VALLE es la revista de una generación en sentido lato, cuya cualidades más relevantes, aparte de su diversidad y exuberancia, son, en primer lugar, aquella actitud nueva asumida ante la tradición poética chilena que la definió desde sus inicios como emergente, y en segundo lugar, el creciente interés que con los años va prestando al experimentalismo de la primera y segunda vanguardia del siglo. En resumen una disposición receptiva mas no indiscriminada: escrupulosa tanto hacia el presente, para lo heterogéneo y lo indistinto, lo propio y lo ajeno.

Creemos que a pesar de haberle correspondido a la mayoría de los poetas que la componen, irrumpir y desarrollarse en un de los períodos más críticos de nuestra historia, la poesía chilena de las últimas tres décadas no desmerece su herencia ni deslustra su estirpe. Por el contrario, si nos atenemos a sus últimas manifestaciones, podríamos afirmar que a partir de ella se establece un periodo renovador, señalable desde ya como el de la constitución de una Nueva Lírica.

Nuestro espíritu se abocará entonces a recoger lo disperso y rescatar lo inicuamente desdorado, recibir lo vigente y proyectarnos al futuro. Esta pretensión no es exclusiva. Se dirige también hacia los valles vecinos y lejanos que hablan nuestra misma lengua y comparten nuestra época y destinos. Queremos que el afán que nos caracterice sea tanto el respeto hacia nuestra idiosincrasia nacional y continental, como una apertura inquieta a todas las novedades y renovaciones estéticas universales.

Por último, EL ESPIRITU DEL VALLE es un esfuerzo más por revivir, mediante la poesía, aquel espíritu de libertad creativa y crítica que para ejercerse a cabalidad requiere y exige de su sociedad el restablecimiento de la convivencia democrática, la vigencia de la justicia, la costubre de la solidaridad, cualidades que distinguieron a nuestro país por largos trechos de su historia republicana.


Imagen: EL ESPIRITU DEL VALLE 4/5. 1998

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