domingo, 9 de febrero de 2020

Torcer. Ir en contra.

Entrevista a Carmen Berenguer

En el caso de Carmen Berenguer, la obtención del último Premio Iberoamericano Pablo Neruda reconoce una larga trayectoria iniciada en 1983 con la publicación de Bobby Sands desfallece en el muro. Su trabajo, además de los siete libros que ha publicado hasta la fecha (el último de ellos, Mamá Marx, editado por LOM) ha circulado también por los ámbitos de la crónica, la performance y las artes visuales. En esta entrevista la autora revisa algunos de los fundamentos de su obra.

Tu trabajo se ha caracterizado por su contenido crítico, por circular fuera de los lugares de poder o legitimación literaria. La poesía siempre ha sido un lugar que va en contra, que tuerce, que se chasconea, has dicho ¿Como ves el desarrollo de ese potencial crítico de la poesía en el contexto actual, donde parecen imponerse la mercadotecnia y la domesticación del lector?

La palabra torcer, chasconear, ir contra: se refiere ir en contra del lenguaje establecido, escribir un texto como metástasis en un “yo” disperso, nada nuevo ya, pero es una búsqueda personal y nómade sin quedarse fijo, es una obra en proceso, que de acuerdo a “contextos” cambia su curso, como un río. Significa también tomar riesgos, es decir desarticulaciones que se dan como supuestos estables. Por ejemplo, en la primera etapa de la Concertación, muchos temas como la alteridad, los Desaparecidos, entre muchos otros, quedaron pendientes. Pues bien, lo político quedó entrampado en lo que se denominó “La transición” y la época de los consensos, ¿te recuerdas? Parecía tiempo de la “Mordaza” Entonces lo político quedó fuera de lugar, al menos de la forma que conocimos, tal vez cambió la forma. Por eso el arte se preocupó hasta el día de hoy, por aquellos temas que quedaron “fuera de lugar”. A mí me importó ese “No lugar” político. Yo me crié leyendo: “La sangre y la esperanza” La agudeza crítica posicionando el lugar del americanismo en Gabriela Mistral, las persecuciones políticas y sociales en Pablo Neruda, “La Arenga Contra El Arte” en Pablo de Rokha, “El Calibán” de Rubén Darío, la crónicas poéticas de José Martí, la poesía crítica en Winett de Rokha, la conciencia de la palabra en Enrique Lihn, la mediación del objeto crítico en Gonzalo Millán, en fin suma y sigue, fue toda una escuela de estos jóvenes laureles. La mercadotecnia impuso su estética más que su ethos, con ese afán impuesto de borrar el pasado.

Has caracterizado la década de los noventa como el lugar de las máscaras, pero sin Venecia. Un lugar brutal y salvaje, sin seducción. Eso en contraposición con los ochenta, un tiempo de pasión y vitalidad. ¿Cómo describirías esta década, la primera del siglo, que ya termina?

Hay más propuestas, si bien es cierto que hay una vuelta atrás con respecto de la búsqueda de formas clásicas, no obstante en los sesenta hubo más innovación en ese sentido, aun utilizando el siglo de oro. Hoy diría que hay más libertad por ejemplo, la poesía visual, la poesía del ritmo con instrumentos, que en San Francisco le llaman Rythm and Poetry, – yo practico ambas- y también experimentalismos – que bueno, somos nuevos aún-. Es importante despercudir los neocolonialismos. Lo importante, es que la poesía está en movimiento a pesar de la mercadotecnia, sigue siendo artesanal. Después de la caída de los ismos, como de los dioses, queda un espacio libre para darle forma al lenguaje y sus búsquedas infinitas. Por ello, hay que desoír ciertas cárceles formales con sus comisarios de turno.

La mayor parte de mi poesía siempre ha sido no de la contingencia, sino que de la mirada diaria. ¿Cómo ves los cambios operados en la vida cotidiana chilena a partir de la imposición del trabajo intensivo, el mercado y el consumo como las coordenadas que la estructuran?

Es un sistema de shock, como se dice, que deja secuelas como la lobotomía. A mi lo que me tiene espantada, es la forma de violencia que hace la Telefónica que viola tu privacidad y ejerce una violencia en tu vida diaria, haciendo publicidad de todo tipo, llegando a usar y dejarse usar a comunicadores de la televisión. Y que yo sepa, estamos en sus manos, pues qué ley nos protege de este abuso. Este capitalismo salvaje ha entrado a mi vida privada en forma violenta.

La ciudad, la evolución del espacio urbano, ha sido siempre uno de tus materiales de trabajo. A este respecto has dicho: Chile se ha metamorfoseado y ha pasado a ser “una ciudad moderna”, pero es un decorado, el patio trasero sigue siendo una favela. ¿Hay alguna alternativa al avance o la conformidad con esta ficción de modernidad?

Hoy hay mucho más reflexión crítica al neoliberalismo y a la imposición de su mercado y lo hacen a diario aquellos que se ven arrasados, por medio de movilizaciones. Lamentablemente, cuando hay tragedias se filtra mejor a través de sus visagras. Ahora, como escritora, cuando tengo un espacio intento hacer una reflexión al respecto. Además de la preocupación por las formas del arte, que es la base del escritor, también mi entorno es importante.

Has sostenido un rechazo tajante a ser encuadrada en un espacio marginal: No soy una escritora que optó por la marginalidad. No es mi opción estar en silencio. Desmarcarse del margen plantea la dificultad de moverse por territorios menos nítidos, más difusos o más complejos respecto a los poderes y las lógicas que organizan, hoy por hoy, la escena cultural. Por otro lado, esta posición abre la posibilidad de una nueva recepción o de conquistar lectores nuevos para los discursos críticos. ¿Cómo ves, desde tu experiencia, este desplazamiento?

Como bien dice Focault, en su espectacular análisis del poder y su ejemplo de la fábrica y el panóptico como su ojo vigilante., hoy ya no hay un centro, se ha desplazado y su poder se encuentra en todas partes. Las fronteras entre margen y centro son más difusas. Tal vez entonces, es bueno diversificar estrategias más oblicuas. Al poder le interesa la clasificación de clase como el ABC1, y/o los marginales, los delincuentes, los drogadictos. De la misma forma clasifica a los escritores, testimoniales, escritores políticos e ideológicos etc.

A propósito del gobierno de Bachelet y de la expectativas abiertas por su asunción, has advertido sobre el peligro de la masculinización de la mujer en el poder: Con la señora Bachelet me pasa algo terrible. Entiendo toda su historia y la encuentro una mujer potente, pero no me agrada el rol que tiene. Es un rol travesti. La mujer que pasea por las filas donde están los corvos, las bayonetas en alto –y con sus faldas-, me produce algo que se me desencaja. Algo desenfocado. ¿Cómo ves este tema ya transcurrida la mitad de su periodo de gobierno?

Bueno, en ese entonces, la Señora Michelle Bachelet era Ministra de Defensa, y aún me cuesta resolver ese problema con las Fuerzas Armadas, aún tengo las imágenes frescas de lo que hicieron en Chile. Pero yo hago la diferencia, una cosa es que no me haya gustado una imagen que vi por televisión y su representación simbólica, otra es la Señora Michelle Bachelet como la Primera Mujer Presidenta en Chile.

Respecto al feminismo como tradición política y corriente de pensamiento, has planteado la necesidad de repensarlo todo: Muchas veces una piensa que viene de vuelta. Hay temas tan complejos como el del aborto que hay que repensar. En las décadas pasadas la mujer cifró sus demandas en sus derechos. El derecho al aborto, por ejemplo. Mi posición es que la mujer lo repiense. ¿Por dónde iría este proceso de revisión y replanteo de un feminismo acorde al contexto actual?

Se trata de mi cuerpo que produce una reflexión sobre el aborto. Y no de un Tribunal Masculino que somete a una ley sin saber qué pasa por mi cuerpo.

A propósito de la recuperación de la imagen de Marx y otros pensadores críticos en tu último libro, Mamá Marx, has postulado la necesidad de volver a ciertas tradiciones para reelaborarlas: la transfiguración de un pasado, de un tiempo ido, no como nostalgia. El punto no es recuperar ese pasado porque no puedo vivir sin él, sino recuperar una concepción radical pasada. ¿Cuál sería la forma de recuperar ese pasado, más allá de la nostalgia, y reutilizarlo en la crítica radical y la transformación del presente?

En estos tiempos es imposible algo más allá de este presente y su real realidad, por eso no nos queda más que hurgar en pasados como ilusión futura. Así, cuando proceso formas pasadas es una búsqueda constante de llegar a la forma desconocida. Porque hoy es el tiempo paradojal del Ready Made, lo ves hasta en las tiendas del Mall. Entonces, ante esta desazón, no me queda otra cosa que una ilusión radical en las formas que amaso o recorto.

Entrevista publicada en Revista Carcaj (www.carcaj.cl) Noviembre de 2009.
Recogida en Visión Periférica. Ejercicios críticos. (Das Kapital, 2015)



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jueves, 6 de febrero de 2020

Lugares poéticos / Cuadrante de Plaza Italia (2010)



Durante dos años, Cecilia Castro y Rosario Garrido se juntaron con diversos poetas chilenos para preguntarles sobre los lugares que consideraban poéticos. El resultado fue el libro Lugares poéticos. 49 poetas chilenos eligen 49 lugares de Santiago (Foramen Acus, 2010) cuyos textos fueron editados a partir de esas conversaciones. En mi caso, elegí Plaza Italia y la charla tuvo lugar en La terraza de Vicuña Mackenna. Diez años después, este es un texto sobre un lugar que ya no existe. 


Un lugar poético es un lugar político. No hay un lugar si no es político e ideológico. Incluso, el lugar más ideológico es aquel que se trata de definir como no ideológico, eso es casi totalitario. La tradición poética chilena es política. En la línea de Parra, Enrique Lihn, Rodrigo Lira, la poesía es un lugar donde intervenir y donde guarecerse. El Paseo Ahumada de Lihn tal vez sea uno de los grandes textos sobre lugares y la comprensión de lo que era Santiago en tiempos de dictadura.

No imagino un lugar físico, soy yo mismo. Un portador o practicante de una política. Uno es el lugar, salvo que uno se acerque a la institución o a la academia, que no es mi caso. Uno se va moviendo, parafraseo a Martínez, como la única forma de permanecer vivo. Es un lugar de acción donde es posible hacer un registro de realidad que pueda generar literatura. Lugares que por instinto están alejados lo más posible de los lugares de poder. Hay lugares construidos por el poder, fuera del poder o directamente en contra del mismo.

El bar es un lugar poético en términos de dinámica. Es un lugar difuso que tiene que ver con cierto tránsito, con la conversación en el contexto del alcohol. Hay efectos ópticos que parten en el bar, no en la sala de clases o la cátedra. Hay una tradición larga en ese sentido. Por ejemplo en la Unión Chica donde se juntaban los poetas a hablar de cualquier cosa menos de literatura. En el Rapa Nui, donde hemos hecho muchas lecturas y presentaciones los viejos nos conocen, nos aguantan, tienen la comprensión de que lo que se hace ahí tiene importancia. El bar es un lugar poético posible, hay que construirlo. Todo lugar es construcción. Nace de la necesidad de construir lugares de resguardo. Es un espacio donde es posible la conversación debido a que está fuera del pulso, del ritmo del poder y la productividad. Allí es posible el tiempo elástico, no mensurable. Esos son los lugares donde puede suceder la poesía.

El cuadrante de Plaza Italia me parece fundamental por razones biográficas, políticas y literarias. Biográficas porque soy santiaguino, nací en esta ciudad. He vivido en varios sitios, siempre en las proximidades de Plaza Italia. Estudié leyes en Pio Nono y también en la Facultad de Ciencias Sociales de la Chile, en calle Marcoleta, tras el Hospital de la Católica. Tuvimos una librería en Bellavista, lugar donde circulo mucho y que también es parte de esta constelación que podría tener su centro en Plaza Italia. Hay razones políticas y literarias que lo hacen un lugar de una vitalidad enorme. Un lugar de confluencia, una especie de encrucijada de Santiago en muchos otros sentidos. En términos sociales, por ejemplo, divide el arriba y el abajo. Aunque tal vez, ahora esa división está mucho más arriba, pero simbólicamente sigue siendo una especie de frontera. Todos los caminos llevan a Plaza Italia. Es una especie de nodo. Es un lugar de manifestación pública también, un espacio público no institucionalizado aún. Allí se manifiesta la ciudadanía y no en la Paza de la Ciudadanía frente a la Moneda.

Es un lugar super diverso, en el mismo cuadrante tienes desde el celular de Telefónica, que es un totem de la modernidad post-dictadura chilena, hasta boliches tradicionales de hace cuarenta o cincuenta años. Esa contradicción también es interesante. Es un lugar inseguro, sobre todo de noche, puede pasar cualquier cosa, hasta un asesinato. A pesar de ser central es un lugar bien salvaje. Todavía no está totalmente urbanizado.

Santiago de Chile, 2010