sábado, 31 de octubre de 2015

La poesía. La historia. El relámpago.


Metaforizar la Historia han llamado los organizadores a esta mesa de discusión. A propósito de esto, revisando cosas para la escritura de este texto, me encuentro con esta cita de Borges: Quizá la historia universal es la historia de unas cuántas metáforas. Una frase que podría invertirse: Quizá la historia universal es la metáfora de unas cuantas historias. Me gusta más así. La historia universal, la Historia con mayúsculas, como el relato imaginario de una multitud de historias reales, vividas. 

La metáfora, la poesía, como una forma de fijar la experiencia en medio del flujo incesante del tiempo. Son bien conocidas estas palabras de Benjamin: Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo «tal y como ha sido». Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro. La poesía como práctica de memoria, como articulación histórica del pasado, enfrenta o es parte de esa situación. Vive en situación de peligro intentando apoderarse de un relámpago.

Lo que sigue son algunas notas, la mención de cuatro referentes que, como autor, me han sido útiles para intentar abordar esta situación y sus problemas derivados. Escrituras que se han constituido como espacios de memoria. Libros en cuyas páginas confluyen la poesía y la historia. 

El poeta como investigador de la Historia. Olson/Sanders


Escribe Charles Olson en un fragmento de Los poemas de Maximus: Yo sería un historiador como Heródoto, buscando/por sí mismo las pruebas de/lo dicho. Olson, que se definía como un historiador (o, más precisamente, como un arqueólogo del amanecer) construye una oposición entre dos clásicos de la historiografía griega. Heródoto versus Tucídides. Me parece pertinente recordarla aquí porque esta oposición metaforiza dos maneras de comprender y hacer historia. Si Tucídides describe la batalla que presenció, Heródoto registra qué reconstrucción de la batalla hizo suya la gente. Le importan más las versiones que haber estado presente en el sitio del suceso. Tucídides es el testigo que habla en primera persona y presenta su versión como la verdad. Heródoto, en cambio, busca la evidencia en los mensajes de los demás, en sus relatos y variantes, aún en aquellos que se ha comprobado son erróneos. Lo que le interesa no es tanto establecer la verdad histórica como registrar los relatos sobre el pasado urdidos y conservados a través de las generaciones. 

Heródoto, al igual que Olson, no es un cronista sino un investigador. Para él la historia no tiene una verdad objetiva sino que es un juego de versiones. La trama subjetiva construida por los hombres respecto a lo que pasó. Desde una perspectiva poética, Olson practica la historia como un ejercicio de interpretación. El objeto de sus investigaciones es justamente ese cúmulo, múltiple y contradictorio, de relatos que los hombres sostienen no porque sean verdaderos sino porque dotan a su experiencia de sentido. El poeta Olson haciendo historia como Heródoto. Buscando por sí mismo las pruebas de lo dicho. 

El poeta como investigador. Poeta, novelista, investigador privado. Así se definía Ed Sanders. Figura del movimiento contracultural norteamericano de los sesentas, publicó en 1976 el texto Poesía Investigativa (Investigative Poetry) Su trabajo es una continua interrogación a la historia cuya mayor empresa es la saga, en varios volúmenes, titulada America. A History in verse. Así define Sanders en su texto del 76 al poeta-investigador y su actividad: El poeta como Investigador/Intérprete del Cielo/Experto del Abismo/Universador Humano/por consecuencia/Profeta sin muerte//Mi proposición es esta: que la poesía, para seguir adelante, en mi perspectiva, tiene que comenzar un viaje hacia la descripción de la realidad histórica.

La Poesía Investigativa, este viaje hacia la historia que propone Sanders, es un trabajo de apropiación y de montaje. Datos, frases, hechos, materiales con los que construye un archivo por la vía del collage. El resultado es un texto que hace historia a la manera de Pound y de Olson. Un relato coral y polifónico cuya escritura exige al poeta abrir su percepción y su escritura a una realidad multiforme. A convertirse en ese intérprete del cielo, en ese experto del abismo que aprende a leer y escribir la historia como se hace con un palimpsesto. 

El poeta como documentalista. Reznikoff/Rukeyser


Trabajar con documentos. Trabajar con evidencias. Reconstruir la historia a partir de unos vestigios rescatados al olvido. Conservados como señales para reconstruir el pasado, para recomponer su imagen y su relato. Desde luego, la referencia al documentalismo se asocia en principio al discurso cinematográfico. Sin embargo, muchos de los principales exponentes de este género se definieron a sí mismos como poetas. Pienso en Dziga Vertov, en Chris Marker o en el chileno Patricio Guzmán. También hay poetas que hicieron el camino inverso. Un camino que se inicia en la poesía y hace del documentalismo una estrategia para potenciar sus capacidades de comprensión de lo real. 

El poeta trabaja en una editorial jurídica de Nueva York. Su nombre es Charles Reznikoff, pertenece al grupo de los objetivistas y ha empezado a trabajar con antiguos expedientes judiciales. Intenta componer un largo poema sobre la historia de Estados Unidos en base a las declaraciones de testigos contenidas en esos viejos expedientes. El resultado será Testimony: The United States 1885-1890 publicado en 1934. Dice Reznikoff a propósito de este libro: En “Testimony” todos los hablantes cuyas palabras empleo ofrecen un testimonio de lo que en realidad les tocó vivir. El testimonio corresponde a lo dicho por un testigo ante el tribunal: no se trata de una declaración de lo que sintieron, sino de aquello que vieron o escucharon. Lo que quería hacer era crear mediante la selección, ordenamiento y el ritmo de las palabras empleadas al modo de un estado o sensación. Bien podría haber escogido cualquier otro período porque las mismas cosas que ocurren hoy ocurrían también en 1885.

Selección, ordenamiento y ritmo, dice Reznikoff. Operar sobre estas fuentes judiciales para restituir el testimonio de gente común y corriente cuyas experiencias, la mayoría signadas por el conflicto o la violencia, dibujan el trayecto de un país y de una época. Las palabras que nombran la realidad que les tocó vivir, extraídas desde esos documentos, dispuestas y editadas por el poeta que oficia aquí de montajista. Un procedimiento similar aplicará después en su libro Holocaust basado en los alegatos y testimonios durante los juicios a los nazis. El epígrafe que introduce los versos de ese libro dice: Lo que sigue está basado en la publicación del gobierno de los Estados Unidos, Juicios de los criminales de guerra ante los tribunales militares de Nuremberg, así como en los registros del juicio a Eichmann en Jerusalén.

Libros de poesía construidos como documentales. La misma poética que practicó Muriel Rukeyser para escribir The Book of the Dead, publicado en 1938. Un libro en que la poeta registró, de cuerpo presente, la tragedia ocurrida en la construcción de una planta hidroeléctrica en Virigina del Oeste, en el puente de Gauley. El drama de cientos de mineros que contrajeron silicosis en las faenas y murieron después en la más completa indefensión. El drama de sus familias y sus comunidades, la voz de las víctimas traspuesta en un libro de poemas. 

La poesía puede extender el documento, escribió alguna vez Rukeyser. Esta idea me parece importante. Si las fuentes documentales pueden servir como base de reconstrucción de la historia, la poesía puede potenciar ese valor a través de lo que le es propio: el trabajo con el lenguaje. La poesía puede resaltar la significación de las evidencias y articular con ellas, mediante la escritura y sus procedimientos, nuevas constelaciones de sentido. Maneras más profundas y más extensas de comprender la realidad y sus antecedentes.

Convocado como autor, me pareció oportuno hablar en esta ocasión, aunque sea de forma somera, sobre algunos autores cuya influencia atraviesa mi propio trabajo poético. Sería interesante revisar también autores y textos nacionales, pero es imposible hacerlo aquí sin extenderse demasiado. Lo importante, en cualquier caso, es problematizar cuanto sea posible la relación entre poesía e historia y reflexionar sobre el papel que en ese contexto le cabe al poeta y sus posibles estrategias para abordarla. La pregunta de base podría formularse así: cómo puede hacer Historia la poesía. Cómo, a pesar del peligro, puede apoderarse, aunque sea por un instante, de ese relámpago del que hablaba Benjamin. Ese relámpago que ilumina los recuerdos. 

Metaforizar la historia. Ese es un trabajo para la poesía como lo es todo trabajo de memoria. Más aún en un país como el nuestro, donde domina la amnesia aceptada o inducida. Metaforizar la historia, recrearla, preservarla del olvido. Un trabajo que corresponde a los poetas si como escribió Aldo Pellegrini un poeta es la antena de su tiempo; nadie mejor que él capta lo invisible que circula por una época, y nadie lo revela mejor a los otros hombres.

Valparaíso. Octubre de 2015

Leído en el III Seminario de estudiantes: Degradación y resistencia: espacios de la poesía en el siglo XXI /Instituto de Literatura y Ciencias del Lenguaje. PUCV


jueves, 22 de octubre de 2015

El Circo en llamas/Seminario de Crítica Literaria. 

Palabras de apertura


El Seminario de crítica literaria El Circo en llamas quiere ser un espacio para el diálogo y la discusión sobre las condiciones actuales del quehacer crítico nacional, sus tendencias y proyecciones. Para ello han sido convocados algunos de sus mejores exponentes. Aquellos que siguen con ojo atento y se hacen cargo tanto de los textos de nuestra producción literaria actual como del rastreo de sus antecedentes en nuestra tradición. Los lugares desde los cuales ejercen su oficio son múltiples y estarán representados en este encuentro: medios de comunicación, universidades y medios alternativos. El Circo en llamas es una invitación abierta a participar en esta conversación. Una conversación con aquellos que se ocupan de hacer leer. De propiciar el encuentro entre los libros y los lectores. 

Ese es el texto de convocatoria para este seminario. Estas palabras, cuya primera finalidad es darles la bienvenida, me dan la oportunidad de agregar un par de comentarios a esta breve declaración de intenciones.

El Circo en llamas le pusimos a este encuentro. Una referencia, desde luego, a Enrique Lihn y a su forma de comprender y practicar la crítica literaria y cultural como una actividad cuyo trabajo es la crítica radical de la vida. Sin embargo, este nombre alude también a la situación en que el quehacer crítico tiene lugar en nuestro país. A la escases de espacios y a la precariedad de medios. A la dificultad de ejercer esta práctica de creación y pensamiento que es la crítica en un país como este. Uno de los países donde leer es más caro en el mundo. Donde los niños no leen o no entienden lo que leen si es que llegan a hacerlo abandonando por un rato la televisión o la consola de juego. Un país que no parece recuperarse de esa historia larga de aniquilación cultural de libros y lectores que se inició con las piras en las calles al inicio de la dictadura y ha continuado después. Ahora que el dinero le ha impuesto, ya casi del todo, sus términos y su lógica a la cultura. El circo hace un buen tiempo que está en llamas, podríamos decir. 

En este contexto, se hace más urgente propiciar el intercambio y el diálogo respecto a una actividad que, a pesar de todo, no solo subsiste sino que parece crecer y desplegarse en ámbitos cada vez más diversos. Este seminario busca establecer una lectura y abrir un diálogo sobre estas experiencias de reflexión y escritura. Establecer colectivamente cierto estado de situación. A propósito, leo esto en una entrevista al crítico español Ignacio Echeverría: Si el estado de la crítica constituye un problema, la voluntad de resolverlo pasa por diagnosticar primero y cuestionar después las condiciones de todo orden —incluidas, por supuesto, las materiales— en que esa crítica se realiza, para a continuación preguntarse cuáles son las posibilidades de cambiarlas y las razones para hacerlo. Y es que hablar del estado de la crítica carece de sentido si no se precisa con anterioridad qué funciones le cumple desempeñar, a qué intereses obedece, a qué necesidades responde. Diagnosticar primero y cuestionar después, dice Echeverría. Me parece una buena forma de ponerlo. Hacer la crítica de la crítica. Reflexionar sobre las condiciones y las posibilidades del propio quehacer. Este seminario quiere ser un espacio para eso. Para ese diálogo necesario, para esa voluntad de comunicación. 


Valparaíso. Octubre de 2015