miércoles, 16 de mayo de 2018

Ciudades a lo largo de este país de costa

Ciudad Bárbara de Rolando Martínez

Quede claro: nosotros los conventilleros parias/de la ciudad bárbara/los hijos de los hijos de mineros que empozaron/su contienda en el mugriento rancho de La Troya/ henos aquí para decir a las estrellas/cuantos duros hierros lanzan sus espadas sobre la miseria. Este libro puede leerse como una cartografía de esa ciudad. Una colección de imágenes capturadas durante el tránsito por sus calles. Notas sobre el movimiento por la ciudad de la marginalidad y la pobreza. Polietileno, malla raschel, charcos de lavaza que brillan en los desolados patios traseros.

El lenguaje de un conventillo/son estos cuerpos sus cuerpos. Descifrar ese lenguaje. Recoger las escenas y los personajes que crean y recrean, cotidianamente, la sintaxis dramática de la supervivencia. A pesar de los duros hierros que caen desde el cielo como una maldición, brilla ese arte de hacer espasmos en la miseria. En todo patio trasero muere una imagen, dice uno de los versos de este libro. Su trabajo es justamente exhumar esas imágenes muertas, rescatarlas de la indiferencia y el olvido. Lo más lejos de una imposible pedagogía de la pobreza. Hacerlo a la manera de la verdadera poesía: en ese lenguaje espiritual y cristalino/que sí hace milagros/ donde quiera que suceda la catástrofe.

Ese es el texto que escribí hace algunos meses para la contratapa de este libro. La oportunidad de presentarlo hoy me permite, someramente, agregar dos o tres aspectos, ángulos posibles para su lectura.

Civilización o barbarie, escribía Sarmiento en el Facundo definiendo una de las tensiones fundamentales de la cultura y la sociedad del siglo XIX en nuestros países. Sin embargo, ese dilema parece haber cambiado desde entonces. Tal como plantea este libro, los bárbaros de hoy parecen tener escasas posibilidades de cambiar su condición. En una sociedad construída sobre la base de la exclusión sistemática de amplios sectores de su población, nadie puede salir del guetto. Los bárbaros de hoy, los desterrados de la sociedad de consumo, los apenas supervivientes, los invisibles para el poder y sus medios, no vienen desde lejos a asolar la ciudad como en el poema de Kavafis. Los bárbaros viven aquí. La amenaza está adentro.

Seguramente, el pánico frente a este enemigo interno explica en gran medida el paranoico ejercicio de lenguaje que respecto a las clases subalternas ha ejercitado desde hace años el poder: su criminalización. Este libro, a contrapelo de esa estigmatización, se juega por comprender la vida o la sobrevida de esos bárbaros. Los nuevos bárbaros que, a diferencia del poema de Kavafis, no dejarán de llegar a la ciudad porque siempre han estado entre nosotros, siempre han estado aquí. Estos poemas nos ayudan a ver lo que el poder quiere invisible, nos ayudan a ver y recorrer su ciudad.

Otra posibilidad de lectura pasa por inscribir este libro en el contexto más amplio de aquella poesía que ha asumido el problema, textual y político, de imaginar y escribir lo social. Esta indagación sobre lo social, sobre la situación de la escritura, la pregunta sobre su momento y su lugar, parece más visible en el ámbito de nuestra narrativa. Sin embargo, ya desde la fundación de nuestra poesía moderna, está presente con gran fuerza este afán de dar cuenta de las condiciones, siempre violentas, siempre injustas, en que no sólo la poesía sino la vida tiene lugar. Pienso, desde luego, en Carlos Pezoa Véliz. En el arco abierto desde él hasta poetas contemporáneos pero tan disímiles como José Ángel Cuevas, Bruno Serrano o Bruno Vidal. Creo que este libro se inscribe en la corriente de esa poesía chilena que ha persistido en investigar las relaciones complejas entre escritura y sociedad, entre poesía e historia.

Haciendo foco en las escrituras poéticas más recientes, sería interesante interrogar al corpus que, poco a poco, se ha ido articulando en torno al trabajo con estos materiales. Pienso, por ejemplo, en los trabajos de Juan Carreño (Compro Fierro, Oxicorte) César Cabello (Lumpen) y mi propia tentativa con Criminal.

La Ciudad Bárbara, el conjunto de esas ciudades que han ido proliferando a lo largo de este país costero, seguirá creciendo, no cabe duda. El capitalismo chileno ha demostrado en estos años su radicalidad y eficiencia para colonizar todos los aspectos de la vida. Para construir la pequeña ciudad amurallada del poder y la opulencia, en medio del callamperío. La pregunta es si la poesía chilena seguirá siendo capaz de dar cuenta de lo que Pasolini llamaba, en la Italia de los setenta, una gigantesca mutación antropológica. Lo que es seguro es que los duros hierros seguirán cayendo. Veremos si la poesía chilena seguirá estando ahí para decírselo a las estrellas.

Una imagen del libro para terminar. El poema se llama Pensión con vista al muelle: Ciudades a lo largo de este país de costa. // Ciudades que embanderan/ su puñado de gaviotas. //Y no solo polvo, memoria y gatos viejos/sino jóvenes sin gloria caminando cuesta arriba/sin imaginar que alguien, escribe para ellas. Imagino que siempre, aquí y en todas partes, mirar hacia las ciudades bárbaras ha sido mirar por la ventana de una modesta pieza de pensión. Desde la comodidad y la distancia de los salones, si acaso, los bárbaros se ven muy lejos, cuando no son invisibles. Este libro fue escrito en otra parte. Fue escrito durante la caminata, cuesta arriba, hacia la ciudad bárbara. Fue escrito para ella, para recordarnos su existencia.


                                                                                                                      Valparaíso, mayo de 2018


Ciudad Bárbara
Rolando Martínez Trabucco
Poesía
Das Kapital 2018