martes, 14 de noviembre de 2017

Zona Cero


Playa de escombros de Lucas Costa



La pregunta inicial podría ser aquí: ¿escombros de qué hay en esta playa, en este libro? Yo diría que todo el texto es un paseo por las ruinas. Todo está en escombros aquí. El lenguaje. La poesía. La memoria. La historia personal. El espacio del texto es una playa de escombros donde todo se ha venido abajo. Donde quien escribe se mueve entre lo derrumbado y lo demolido, haciendo el registro de la catástrofe. Donde quien escribe HUSMEA en los desechos, como reza uno de sus versos. Pienso en Walter Benjamin, ese gran husmeador de desechos. Las huellas de la historia en lo pequeño, en lo banal, en lo desechado por inútil o insignificante. Algo de Benjamineano hay en este libro que podría leerse desde ese ángulo. O tal vez desde la imagen de Enrique Lihn que se describe a sí mismo caminando por la arena mientras encuentra restos, clava papeles con su bastón de clavos.

Hay en este libro una gran variedad de registros. Textos narrativos, fragmentos de un diario. Textos poéticos pero escritos en tesituras muy distintas. Como si la escritura necesitara desplegarse en distintas frecuencias para captar con fidelidad la violencia desatada por el terremoto y sus réplicas. Me detengo en esto. Dice Costa respecto a esta diversidad de registros en una entrevista reciente: Eso está relacionado con la noción del escombro: algo de naturaleza irregular. También pensé que esa diversidad puede ser vista como los movimientos telúricos o esas ondas del sismógrafo: ninguna es igual a la otra. Pienso en la escritura como una búsqueda y como un proceso abierto. Por eso intenté intuitivamente que la forma no se preestableciera, que brotara acorde a lo que intentaba decir el poema.

Esa diversidad textual como los movimientos telúricos o las ondas del sismógrafo, dice Costa. Me parece que esta es una clave de lectura porque atañe a algo fundamental en este texto: su trabajo con la forma. El afán por la realidad tiene su forma está escrito en un verso. Estos poemas no quieren hablar del terremoto, no pretenden desarrollar un tópico, un tema. Estos poemas quieren temblar, quieren remecerse, desplegar en sí mismos la sintaxis quebrada de un lenguaje en ruinas. 

Cómo calcular cuánto mide una catástrofe,/aunque existan instrumentos y grabaciones /en mano para corroborar escribe Lucas Costa. Hay textos situados en distintas partes del país, sur y norte. Ese recorrido por el paisaje puede metaforizar la escala de la catástrofe. Cuánto mide una catástrofe. En este libro la catástrofe mide lo que mide el país. Aquí la catástrofe es Catástrofe Nacional. En este libro la catástrofe mide lo que miden nuestras vidas. Completa catástrofe, pérdida total. Sin embargo la poesía aún es posible. Una poesía que, consciente de su situación, se aboca a la tarea de remover escombros, trabajar con ellos, resignificarlos. 

El autor en otra entrevista: Creo que el movimiento telúrico funciona como modus operandi. Pensé en cómo los textos asimilaban esos cambios o podían dar cuenta de su naturaleza. Un texto que hable de catástrofes requiere de un montaje que permita hacerte sentir esa impronta irregular de fisuras. El movimiento telúrico como modus operandi. Escribir en la cadencia violenta de la sacudida. La poesía como ejercicio de montaje que recolecta y recombina los escombros para hacer sentir, para instalar al lector en la fisura. 

Vuelvo a una cita de Carlos Droguett que he ocupado antes y me parece atingente: Los terremotos en nuestro país van jalonando los siglos, matando gente. Con la limpieza de una industria, matando gente, pero dejando a Chile vivo, cada vez más vivo y despierto. Histérico como es, atormentado y callado, esencialmente nocturno. Este artista es nuestro mejor cronista, el gran novelista chileno. Lo mismo podría decirse, creo yo, nuestro gran poeta. Escribe Lucas Costa: Como un orfebre rearma/según la integridad de las piezas/los escombros hablan/sin que haya nadie. Tal vez estos versos podrían resumir la poética de este texto, su lógica de construcción. Su trabajo de montaje. Escribir es rearmar. Hacer que los escombros hablen. Para lograr ese rearme, lo primero es seleccionarlos con cuidado, encontrar los escombros adecuados: Quien rearma sobre el descampado encuentra las piezas. 

En el mismo texto, los versos justo anteriores a este último citado: No todo termina en escombros. Para poner los cimientos/necesitamos la ruina. Me gusta esa idea que abre una posibilidad frente al desastre. Que propone una posible construcción, acaso la poesía, en medio del paisaje arrasado en que vivimos. 

Los helicópteros sobrevuelan la catástrofe/no en el ojo del huracán, dice un poema de este libro. Desde luego que no. Los que vivimos en el ojo del huracán somos nosotros. Los que vivimos nuestra vida en el mundo del fin del mundo, en el desastre permanente, en el continuo estado de catástrofe. El barro no permite el movimiento/toneladas por pulgada la presión/pregúntale a un rescatista. Toneladas por pulgada de presión. Este libro reafirma la posibilidad de la poesía aún en medio de esa avalancha de barro en que nos movemos. Este libro, su trabajo de lenguaje, nos enseña a movernos entre los escombros. Nos ayuda a habitar pero también a imaginar un espacio distinto a la zona cero. Busco/ otra vida más allá de estas fuerzas dice un verso. En un mundo reducido a escombros, buscar otra vida es tarea de la poesía.


Valparaíso, octubre 2017

Playa de escombros
Poesía
Lucas Costa
Alquimia . 2017