viernes, 27 de noviembre de 2015

Gabriela Mistral fuera de la hornacina


Inicio estas líneas con un fragmento de las palabras preliminares que abren este libro. Palabras tituladas Asunto de intuición. Escribe Verónica Zondek: Este volumen organiza los poemas que se encuentran en los libros publicados de Gabriela Mistral de un modo distinto a como se ha hecho hasta ahora. Es decir, no sigo el orden cronológico de sus libros publicados. Intento adentrarme en los poemas; en su modo de escribir el conocimiento al que accede; en el orden que le da a las obsesiones que la inquietan. Esta actitud ayuda a leer y a recorrer la materialidad poética intangible y a palpar la obscuridad luminosa de la cual sólo se desprende cuando escribe. Esto, por otra parte, obedece a una mirada personal que se afinca en el «buen abuso» del «quinto sentido», a veces nombrado como «intuición o gracia» 

Un modo distinto de organización de los poemas. Una mirada personal que obedece a los designios de la intuición. Así define Zondek las coordenadas que articulan este libro. Coordenadas que dibujan cierta forma de leer. Cierto ángulo para abordar la poesía mistraliana. Sobre esto tratan los siguientes apuntes breves.

La intuición, Esa forma de comprender, de leer en este caso, que va más allá de la comprensión racional. Una epistemología que opera sobre un plano alterno al de la lógica y sus mecanismos. Una manera de pensar que responde más bien a la sintaxis abierta y generativa de la música, antes que al orden previsible de los axiomas y las demostraciones. Una forma de leer que para Zondek se desprende de la propia poesía mistraliana. De su nostalgia de una lengua común que aunara, en un solo movimiento, música e intuición. A este respecto, se reproduce aquí un fragmento de Acto de obediencia a un ministro, discurso que Mistral pronunciara en Montevideo, en 1938: no sea sino nuestra caída en la expresión racional y anti-rítmica a la cual bajó el género humano y que más nos duele a las mujeres por el gozo que perdimos en la gracia de una lengua de intuición y de música que iba a ser la lengua del género humano. Leer con la intuición es remontar esa caída en el ámbito de lo previsible y lo calculable. Recuperar la gracia perdida de la poesía. Su ritmo.

Verónica Zondek trabajó en el armado de este libro usando la intuición. Una herramienta de conocimiento, como la define ella, que ha usado también en otros trabajos cuya base es la lectura. Me refiero a su labor en el ámbito de la traducción. Traducir poesía es un arte que requiere excelencia de oficio e intuición, escribió al respecto en otra parte. De alguna forma, la construcción de este libro, el ejercicio de remontaje de los poemas de Mistral que implicó su factura, puede entenderse también como una traducción. Una propuesta al lector que es convocado a practicar una lectura posible de estos textos. A seguir un camino entre otros muchos rumbos que se podrían tomar: la responsabilidad principal del traductor de un poema es por cierto tener una idea o intuición, de las muchas posibles, de lo que el autor original intentó comunicar, aunque este mismo no lo supiese a cabalidad cuando escribió el poema. 

Una mirada personal, escribe Zondek. La lectura como mirada subjetiva. La lectura es el arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos ajenos, dice Piglia. Más que una memoria en este caso, la recreación de estos poemas al disponerlos de una manera inédita, de una manera personal. La elaboración de un texto subjetivo que se articula mediante el reordenamiento, la remezcla de estos textos ajenos. La lectura es aquí el arte de construir, a partir de los poemas de Mistral, ese texto personal. El recorrido de esa mirada.

Un rasgo que se remarca en este libro: la poesía de Mistral como el resultado de una escritura en movimiento permanente, siempre en desarrollo como escribe Zondek: «Poesía en desarrollo», definitivamente. Vida en movimiento. Siempre abierta a más pensamiento, más hondura, más cuestionamiento en torno a los temas que le interesaban. Dinamismo constante de la escritura que se expresa también en el carácter inestable o difícil de fijar que tiene el corpus de su obra. Como se recuerda aquí, los libros que conocemos de Gabriela Mistral fueron compilados por otras personas o entregados por ella como respuesta a requerimientos específicos. Todos sus libros, tanto los editados en vida como los póstumos Poema de Chile y Almácigo, se han ido reeditando con el tiempo pero siempre con correcciones, agregados, variaciones de uno u otro tipo. 

En consecuencia, la poesía de Mistral es todavía un territorio abierto, un corpus que se escapa a cualquier clausura. Como dice Walter Hoefler en el texto que cierra este volumen: nos encontramos con la dificultad de no contar con el libro único que ella escribiera y cerrara en vida. Ese libro, llamémoslo obra completa u obra crítica, todavía no existe. Y más adelante: Su obra todavía es legado, testamento, inéditos, correcciones, versiones, opciones, sin que exista todavía posesión efectiva. Eso que en lenguaje jurídico es asignación de sucesiones, en poesía no lo es; la gran poesía se resiste a lo unívoco, a lo único, es una herencia intestada, abierta a todas las expectativas. Un legado sin posesión efectiva, escribe Hoefler. Una poesía que se resiste a lo unívoco y se abre a todas las expectativas. Esta idea me parece importante. En ella radica el sentido y la intención de este libro. Hacerse cargo de esa apertura, de ese territorio aún inexplorado, en sus múltiples e inagotables posibilidades de lectura, que es la poesía de Mistral. 

Una lectura abierta para una obra abierta. Una forma de leer a Mistral que coincide con la de otros lectores que intentaron hacerlo en la misma clave. Sólo dos referencias. La primera es un texto de Raquel Olea sobre el poema La otra de Lagar, titulado, muy en sintonía con este libro, Otra lectura de La Otra. Dice Olea en ese texto: La lectura es un acto de creación de sentidos, por parte del lector, que consiste en revisar el sentido provisorio de un texto, entendiendo que toda lectura es un acto de provocación. (…) La lectura así comprendida se constituye en otra escritura que propone, transgresoramente, la construcción de otro texto que subyace al texto leído y que lo sostiene. Algo similar podría decirse acerca de este libro. Sobre su tentativa de leer a través de la construcción de otro texto. De provocar desplazamientos y rupturas respecto a la lectura convencional o canónica.

La segunda referencia es Patricio Marchant y ese libro inabarcable y secreto que sigue siendo Sobre árboles y madres. Un fragmento, al inicio del segundo capítulo: Un texto posee múltiples sentidos, sentidos verdaderos, que cada cual lee según esa imaginación de su imaginación, su espíritu, esperando, paciencia, la hora de la gran cosecha: El Espíritu Universal contando, cantando, vendiendo el conjunto de sentidos descubiertos por la humanidad//Cuestión únicamente, pero en eso se juega todo, de una lectura: ¿aprenderemos alguna vez a leer?

Buena pregunta la que hace Marchant: ¿aprenderemos alguna vez a leer a Mistral? Lo que es seguro es que ese aprendizaje necesario solo es posible manteniendo viva, en la proposición de otras lecturas, a su poesía. Ensayando, como hace este libro, nuevos abordajes, distintos puntos de vista. Una lectura abierta para una obra abierta. Ya alertaba Enrique Lihn sobre el peligro de la esclerosis respecto a la poesía de Mistral: Los oficiantes de diferentes cultos tendrían que estrellarse contra ti; pero en ese muro han abierto una hornacina y puesto, cada cual, una imagen inventada de su santa que se te parece, pero no más que un mármol a un cuerpo y tanto como una figura a una sombra. Este libro, la exploración que propone su lectura, contribuye a sacar la poesía de Mistral del enclaustramiento y la inmovilidad de esa hornacina y ponerla a circular entre más y nuevos lectores, entre más y nuevas miradas. Propone leerla, no como se practica una forma de culto, sino como un trabajo de la imaginación. Leerla para reinventar su poesía. No el mármol ni la sombra. Su cuerpo, su figura. 


Valparaíso. Noviembre de 2015.

Mi culpa fue la palabra.
Poesía reunida de Gabriela Mistral
Editada por Verónica Zondek
LOM 2015