lunes, 11 de enero de 2016

La ley de la serpiente

Todos somos Manuel Gutiérrez de Tania Tamayo



Año 2011. La efervescencia social y estudiantil crece hasta alcanzar niveles de masividad y radicalización inéditos durante los años de la postdictadura. Noche del 25 de agosto. Paro nacional convocado por la CUT. Mucha gente ha salido a la calle en la Villa Jaime Eyzaguirre, en la comuna de Macul. En medio de la manifestación, el joven Manuel Gutiérrez cae al suelo. Cae de espaldas en medio del humo de las bombas lacrimógenas que la policía lanza hacia la pasarela donde se encuentra junto a su hermano y un amigo. Creen que ha sido alcanzado por un balín de goma. Luego sabrán que lo que tiene en el pecho no es un balín, sino una bala calibre 9 milímetros. Una bala disparada con una ametralladora UZI. Una bala disparada por carabineros. 

Esta es la historia que indaga e intenta reconstruir este libro: Todos somos Manuel Gutiérrez. Vida y muerte de un mártir de la democracia. Tal vez un título demasiado épico para una historia que, tal como narra este texto, parece carecer de ese atributo. Al menos en los términos que el imaginario instalado decodifica un asesinato de estas características: un joven popular, víctima de la represión policial, en un contexto de protesta social. Ni héroes ni mártires en esta historia. Más bien el intento por comprender cómo han cambiado las cosas en un país donde, sin embargo, las víctimas siguen siendo las mismas. El intento, tal como la autora declara en los agradecimientos, de construir ese relato.

La corta biografía de Manuel, su entorno familiar y religioso, sus amigos. La historia de la población, la evolución de su vida cotidiana desde la solidaridad comunitaria de los tiempos fundacionales a su desmedrada situación actual. El contexto político y social en el marco de la violencia soterrada que ha marcado al país durante los años de la interminable transición. Una violencia graficada aquí por el recuento de otras víctimas asesinadas con anterioridad en la misma población. Asesinadas en similares circunstancias, abatidas por otras balas cuyos autores, siempre uniformados, no llegaron a establecerse o pagaron con una condena menor. 

El paro de agosto de 2011 fue masivo. Tan masivo que, como relata el libro, a muchos en la Jaime Eyzaguirre les recordó las viejas épocas de lucha contra el dictador. Cuando cientos de personas salían de sus casas a los pasajes de la población, golpeando sus cacerolas, dispuestos a manifestar su repudio y enfrentar la represión. Los años pasaron y las cosas han cambiado, sin embargo. También la naturaleza de la protesta: Católicos, ateos, volados, revolucionarios y niños. Todos amigos por una noche y en el mismo bando, combatiendo al antiguo dictador, que ahora no era más que un sistema desigual e injusto que los dejaba al margen del desarrollo, en esas calles que a veces hedían a cesantía y carencia. Y aún así les ofrecían créditos de consumo.

El libro investiga exhaustivamente este crimen iluminándolo desde distintos ángulos. A medio camino entre el periodismo y la literatura de no ficción, su objetivo es a la vez histórico y político. Eso, si por texto político entendemos aquel que intenta reconstituir las marcas que la historia va dejando en el presente que nos toca vivir.

Con la democracia las cosas han cambiado. El pueblo también. Tal vez donde esto queda mejor demostrado es en el relato de las tensiones entre la familia protestante de la víctima, su reticencia a cualquier uso político del asesinato y los intentos por hacer de este crimen una bandera de lucha: En el cementerio esa fue la tónica. Un grupo acá, el de los cristianos de la Metodista Pentecostal, el cajón con Manuel sin vida y la familia. Allá, el grupo de pobladores de la Jaime Eyzaguirre y Lo Hermida, que con esto recordaba los allanamientos dentro de las casas en épocas de dictadura, los balazos zumbando por un lado y otro, las detenciones ilegales.

Sin embargo, algunas cosas parecen seguir igual o casi igual que en los años de plomo. Escribe Tamayo hacia el inicio del relato: “¡La Jaime lo vio, un paco lo mató!”, fue el grito que desde esa noche acompañó su rostro transformándolo en un símbolo, pero no de aquellos que mueren en la lucha, o de los que mueren por pensar distinto, sino de aquellos que mueren y nadie sabe porqué. Este texto rescata una de esas historias. La historia de aquéllos que mueren y nadie sabe porqué. La historia nunca superada, siempre recurrente de la impunidad. Quizás parte del porqué puede encontrarse en las palabras que sirven de epígrafe a este libro. Este sigue siendo un país donde la ley se comporta como una serpiente. Aquí, todavía, la ley sólo muerde a los que andan descalzos. 

Valparaíso. Enero de 2016


Todos somos Manuel Gutiérrez
Tania Tamayo Grez
Narrativa
Ediciones B. 2015





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