sábado, 29 de octubre de 2016

CRECER EN EL PAÍS PUDRIDERO

(Notas sobre Los bigotes de Mustafá, de Jaime Pinos)


1. En la primera página de la novela se advierte, como si fuéramos esos desocupados lectores, a los que aludía el Manco de Lepanto, de cuyo nombre no quiero acordarme ahora: “Que trata de lo que verá el que lo leyere, o lo oirá el que lo escuchare leer”. Me parece estar viendo esa advertencia escrita en la copia anillada, que fue el manuscrito que circuló algunos meses antes de convertirse en la primera novela publicada en 1997 por la mítica editorial La Calabaza del Diablo. 

Nada es casualidad. Mucho de lo que ahí quedó escrito ocurrió, y forma parte de lo que el mismo narrador advierte, como una declaración de principios, en la voz de El Escriba: “Cada vez que, como ahora, escribo en las páginas de este cuadernito, me empeño para que quede bien lo que escribo, lo que cuento, las historias de la Logia. Para que en unos años más, cuando nos juntemos y leamos el cuaderno, sea bonito abrir y leer una página cualquiera y todos nos riamos y recordemos. Entonces elijo con cuidado las palabras, cada palabra tiene un timbre tan distinto. Reparo en el ritmo de los párrafos. Pongo cuidado al final de cada frase. Para que suene bien. Para que suene bonito, como una canción o una música. El texto como una música”.

Una vez que pasó la ola de moda con el libro Los Detectives Salvajes, y le preguntaban en ánimo de polémica a los supuestos personajes aludidos en la historia, casi todos vivos, menos Mario Santiago, sobre la versión que había hecho Bolaño de los Infrarrealistas; surgían dos bandos: los que valoraban el libro como una posibilidad documental, y los que despreciaban la mirada narrativa, aludiendo a que éste había tergiversado todo, y que dejaba aún más miserable a Mario (Ulises Lima, en la novela), y que solo era un compendio del ego y misoginia del chileno-mexicano-catalán radicado en Blanes. No sé qué pueda ocurrir ahora, cuando se refresque la memoria con las historias y los personajes que Pinos echó a correr acaso sin pensar en esta proyección de tiempo, y que les llamó La Logia. O tal vez sí lo estaba pensando, pero a esta altura, se encuentra tan lejano a los supuestos, casi dos décadas después, cuando los de entonces ya no son –ni somos– los mismos, en un país tan distinto al del libro, y sobre todo tan distinto al momento en que se publicó esta novela, que vale una salvedad en la escena, decir que en medio del fenómeno de los coletazos de la Nueva Narrativa, resultó finalista al Premio Municipal de Literatura ese año. 


2. Notas de El Escriba:

“El País Pudridero.

Donde había cosas que olían mal.

Donde había gente que olía mal.

Siglo XX, Cambalache,

himno nacional.

Crecer en el País Pudridero.

La desconfianza y el par de ojos en la nuca.

Este dedito compró un huevito, 

y este otro se lo robó,

juego nacional.

El País Pudridero.

Donde todo vale.

Donde sálvese quien pueda.

Crecer sintiendo en las narices esa parte podrida del país”.


3. Es curioso, pero acaso el libro más político de Jaime Pinos, que en palabras de Díaz Eterovic, es “un testimonio auténtico, creíble, de un trozo de la historia chilena más reciente”, tenga una gran cuota de inocencia, de candidez, de juego e imaginación, siendo capaz de subvertir tanto odio para hacernos creer que la historia que cuenta (un grupo de jóvenes viviendo en Dictadura) también puede ser feliz y hacernos creer en un país distinto: “Nada es imposible para la imaginación”. Y es que si algo se anticipa con su tono, en este el primer libro de Jaime, es la posibilidad de hacer de la literatura una muestra de lo cotidiano. Una sola cosa, diría él mismo, Arte & Vida. Claro, con los años esa candidez, esa inocencia, por decirlo así, fue mutando y dando paso a la densidad, a la aridez, el calibre de las palabras para lo duro de una realidad, al decir de Lihn, que se convirtió en la única película que le quitó el sueño. Entonces se vino Criminal, Almanaque, 80 días, sus reseñas críticas, Visión periférica, y los proyectos que va fraguando Jaime como lector y escritor. Hay una pregunta muy común suya, y es consultar sobre qué estás leyendo. Algo que en es este libro, ya estaba, y no sorprende al leerse cuando dice: “Yo por esas fechas:/ Cortázar, Droguett, Onetti, Teillier/ Soriano, Carpentier, Benedetti/ (…) Los libros eran peligrosos en el país del Jefe Supremo/ Leer era peligroso./ Saber era peligroso. / Imaginar era peligroso”. Es valorar la lectura, incluso por sobre la escritura. 

4. Mi ejemplar de Los bigotes de Mustafá, de 1997 tiene una dedicatoria: “Para Roberto con afecto. Si no publicas tu novela te mato!!!”. Así dice. Se refiere a mi libro Ahora es cuando, que apareció al año siguiente también por la Calabaza del Diablo. La dedicatoria tiene como ruido de fondo, los pastos del Campus Juan Gómez Millas. El casino de Artes, único lugar donde vendían café que no fuera Nescafé. Las librerías de viejo. Los bares: Los Cisnes, Las Lanzas, Inés de Suarez, Baquedano en Plaza Italia. Los cigarros, en ese tiempo yo no fumaba. El vino, en ese tiempo me cambié al vino tinto. La música, el Jazz. El rock. Los libros. El olor a imprenta en casa de la familia Montecinos. La revista La Calabaza del Diablo. La noche de Santiago. El país triste y desilusionado de los ’90. Todo lo que luego yo intenté registrar en mis poemas de Siberia. Y que deben mucho a esta historia que fue estar cuando apareció esta novela.

5. No estamos solos mientras recordamos, advierte Carlos Droguett. Y este libro, su reedición, reunirnos otra vez, es una nueva posibilidad de espantar al cuco, echar afuera la imagen atroz de lentes polarizados que vigiló las fotos de nuestra infancia y juventud; con muestras tangibles como éstas, de las que hubo muchas, como globos de papel flotando sobre la ciudad que es nuestra memoria. Es recordar con ayuda de Los bigotes de Mustafá, y asumir que nunca estuvimos solos. Y que la literatura sigue siendo un juego, una trampa, un encuentro, ritmo, como la música, como la amistad. Salud por los nuevos lectores del libro hoy.


Roberto Contreras 
Plaza Italia, 21 Octubre de 2016.


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