Notas a Trabajo de Campo, Editorial Aparte, 2018
Jaime Eusebio Pinos Fuentes. Chileno, nacido en 1970, Rut 9.385.865-4, domiciliado para estos efectos en la ciudad de Valparaíso, Chile.
Estos son solo algunos de los datos de Jaime Pinos de los que dispongo en la memoria de mi pc y en mi propia memoria. Los menciono para pensar no en la terrible y fascinante circulación de la información en la actualidad, sino en cómo estos datos duros —que si bien son solo números y letras comunes— dan cuenta de una identidad y de un territorio reales. Es decir, coordenadas para referirse a una persona, a un espacio y a un tiempo específicos: Jaime Eusebio Pinos Fuentes, Chile, 1970 en adelante.
Jaime Pinos escribe desde un lugar. Desde el lugar de los hechos, dice Carlos Soto Román en la contratapa de este trabajo de campo. Escribe en y a partir de la realidad. Al revisitar toda su producción poética, la que es posible rastrear en parte en este libro, la constante es justamente un lugar: Chile, el horroroso Chile. Desde Criminal, publicado en 2003, hasta Documental de 2018, el lugar de los hechos en la poética de Pinos no es otro que Chile. El Chile del Tila, del abandono de los sujetos y de los niños del Sename, que se advierte en su libro Criminal. El Chile de la muerte impune de Pinochet en 2006, que se registra en su libro Almanaque. El Chile de la ciudad capital, de la segregación y de los grandes malls, que se divisa en su libro 80 días. El Chile de la violencia, del dinero y de la educación dictatorial, que se advierte en su libro Documental.
Pinos, entonces, decide insistir en la herida abierta y profusa de Chile. Mantener la vista fija en la barbarie latente y cotidiana. Introducirse en los hechos y en la memoria de esos hechos, muchas veces utilizando fuentes periodísticas o el lenguaje de la prensa, para retratar —de manera clara y sin adornos— la dureza e injusticia de esta realidad tan charcha.
Y al insistir en esta escritura situada, realista y sin excesos retóricos, Pinos opta también por una ética: la de renunciar al lenguaje rimbombante, a las figuras literarias, a los juegos pirotécnicos del verso y a la escritura original e imaginativa. La de comunicar, o al menos de intentar comunicar. La de resistirse, conscientemente, a la figura religiosa del vate. Y de no permitirse, por ningún motivo, escalar montes o escribir poemas en el aire. Sino de mantener la vista siempre a ras de suelo, en un compromiso total con ese Espíritu del Valle al cual hacía referencia Gonzalo Millán, en oposición a los delirios de grandeza de los poetas olímpicos.
Dice Pinos en el texto Poesía a base de hechos, que cierra este libro a modo de poética: La realidad suele ser dura. No es fácil enfrentarla. No es fácil mantener los ojos abiertos. El trabajo del poeta, de un poeta de la realidad, es mantener la vista al frente, no desviarla. El arte tiene como objetivo redescubrir la realidad y no escaparnos de ella, dice Gonzalo Millán. Redescubrir la realidad. No escapar de ella. Esa es la exigencia a que se enfrenta la verdadera poesía.
Y esa es la exigencia a que se enfrenta Jaime Pinos, un poeta de la realidad: no hacerle el quite a la realidad. Insistir en ella, aunque duela. Insistir en Chile, aunque duela.
Andrés Urzúa de la Sotta
Limache, mayo de 2019
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