miércoles, 13 de junio de 2018

Viaje hacia el centro del corazón

Bitácora de Gladys González


Este libro se inicia con un epígrafe de Horacio Quiroga. Un texto que no pertenece a su ya clásico trabajo narrativo sino a la última carta que le escribiera a sus hijos antes de morir. Dice el texto: Busco lo que casi nunca se encuentra./Soy capaz de romper un corazón por ver lo que tiene adentro,/a trueque de matarme yo mismo sobre los restos de ese corazón. Estas palabras podrían definir una coordenada de lectura para estos poemas. Si una bitácora es siempre un diario de viaje, el de este libro es uno que se emprende hacia el centro del corazón. La búsqueda de las palabras, justas, precisas, como es característico en los trabajos de Gladys González, para romperlo y ver que tiene adentro. Para saber de qué está hecho. 

Busco lo que casi nunca se encuentra, dice Quiroga. Difícil encontrar el camino hacia el propio corazón pues lo que se necesita para emprender ese viaje es una cualidad escasa: la sinceridad. Pienso en Robert Lowell y la definición que hizo alguna vez de su propio trabajo como una autobiografía en verso. Creo que estos poemas comparten la divisa con que Lowell trabajó toda su vida. Lay my heart out. Dejar mi corazón al desnudo. Abandonar toda impostura, toda máscara, escribir con el corazón abierto. 

El arte de perder/no resulta difícil/con esta bitácora/que lanza/tierra abajo/las huellas/de un tiempo, dice un verso de este libro. El arte de perder se domina fácilmente;/ tantas cosas parecen decididas a extraviarse/que su pérdida no es ningún desastre, dice Elizabeth Bishop en su poema Un arte. Justamente, al lento aprendizaje de ese arte parece abocarse este libro. Un dominio tal vez no tan fácil cuando la escritura tiene lugar en una sociedad como la nuestra donde el éxito es un objetivo de vida prioritario para la mayoría. Donde casi todo el mundo habita en la era del vacío que se expresa, cotidianamente, en la búsqueda desesperada del dinero o la respetabilidad y la competencia despiadada por conseguirlos. 

Quien habla en estos versos se ha puesto voluntariamente fuera de esa carrera. Ha optado por vivir en el lado salvaje: el problema /no es el lugar/sino uno mismo/tragándose/el alcohol/y la cocaína/tragándose/la elección de una vida/por el patio trasero/del lado salvaje. Este libro, a la manera de un diario o de un cuaderno de viaje, fue escrito para registrar el trayecto por ese patio trasero. El patio trasero donde eligen vivir aquellos que no quieren o no pueden integrarse a la felicidad falsa ofrecida por la sociedad de consumo y su banalidad. El problema de fondo, sin embargo, es uno mismo. Destruir en nuestro corazón la lógica del sistema, escribió alguna vez José Ángel Cuevas. Una lógica que ya ha permeado, casi del todo, nuestra vida cotidiana y nuestros afectos. Restarse, no participar de ese vacío que va ganando nuestras vidas y nuestros corazones. En vez de eso, tal como dice uno de los versos de Bitácora, fracasar/ y sonreír. 

Pequeñas cosas se titula el libro publicado hace algún tiempo por Gladys González reuniendo cinco de sus trabajos anteriores. Esta atención por el detalle, por las cosas pequeñas, es un rasgo de estilo que se mantiene en este libro. Posar la mirada sobre lo mínimo, en lo que a primera vista parece insignificante, para trazar el paisaje real donde transcurren nuestros días. Para hacerlo, Gladys González ha desarrollado en su escritura una especie de arte del encuadre. Cierta maestría para manejar el lente y hacer zoom en los objetos y las escenas de que están hechas nuestras vidas. Como en el poema titulado justamente Encuadre: detener la mirada/y ver/por la ventana/del bus/una brizna de hierba/creciendo/en una canaleta blanca/de plástico // fijar esa imagen/y sentirse dichoso/un rayo de sol/y el viento leve/iluminan el encuadre. 

Celebro este nuevo trabajo de Gladys González que confirma la vitalidad de sus propuestas y de sus búsquedas. Escribir buscando el centro del propio corazón. Aún sabiendo, como advirtió Quiroga, que casi nunca se encuentra. La poesía que importa se escribe así. Como quien emprende un viaje sin retorno ni destino conocido. Como quien espera hallazgos improbables. La poesía que importa se escribe siempre en el lado salvaje. Contra la linealidad que se nos pretende imponer: Practicar/la locura/la intensidad/el exceso/y la insensatez/como lecciones/abrazando esa oscura noche/se vuelve/más sensato/que el plan/fallido/ de la linealidad. En vez de ese plan fallido, otro plan. Aprender esas lecciones, abrazar la noche. Aprender a fracasar sonriendo. Hacerlo y filmar con una cámara puesta en el centro del corazón. 


Valparaíso. Mayo de 2018 


Bitácora
Gladys González
Poesía
La Calabaza del Diablo. 2018






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